¿Qué padre no se ha preguntado nunca si dedica el suficiente tiempo a sus hijos? A veces nos consolamos con la respuesta de “es poco, pero de calidad”. No obstante, ¿no nos estaremos engañando? A veces, ese tiempo al que nos referimos es el que dedicamos a los deberes o al estudio. Pero, ¿qué hay de las risas juntos, de los momentos de ocio, del escucharle y hacer que se sienta atendido?
Muchas veces llegamos tarde del trabajo cansados y en casa nos esperan para que les prestemos atención. A veces con los deberes sin hacer, pues es una manera de llamar nuestra atención; y otras con enfados, porque estamos demasiado cansados para jugar con ellos, leer juntos o simplemente salir a pasear. Llegamos a pensar que el fin de semana recuperaremos el tiempo perdido y que les compensaremos, ¿pero esto es suficiente?, ¿lo llegamos a hacer?
Lo primero de todo es reconocer que no somos perfectos, que muchas veces nos equivocamos y que también nos cansamos. Ponemos a nuestros hijos listones muy altos, hacemos que crean que sus padres son perfectos y lo cierto es que no lo son: NO llegamos a todo. Nos han hecho creer que existen padres multitarea que pueden hacer muchas cosas sin cansarse, pero esto no es verdad. No podemos con todo y no debemos poder con todo.
Es bueno que nuestros hijos vean que no llegamos a todo, pero que siempre nos esforzamos. Padres que se agotan, pero a los que nunca les falta una sonrisa o un beso de buenas noches. Lo más importante es hacerles saber que, aunque no somos perfectos, ellos son lo principal en nuestra vida.
Quizás la clave sea no tratar de hacer tantas cosas. ¿Y si solo fuese tumbarnos un sábado por la mañana sin prisas a hablar y jugar en la cama?, ¿o salir a pasear juntos y compartir una taza de chocolate?… A lo mejor hay que parar el ritmo y observar, verles jugar, hablar, escucharles con atención cuando nos cuentan algo emocionados y sentirles vibrar. Es probablemente en ese momento cuendo estemos creando el vínculo más fuerte.